Las cárceles brasileñas reproducen los niveles de violencia y exclusión que existen en el segundo país con la peor distribución de la riqueza del mundo, y quienes han pasado por la experiencia carcelaria aseguran que el Estado encara el gravísimo problema con políticas erradas.
Artur (1) entró «al sistema», como él mismo llama a la cárcel, a los 20 años. Hijo de una familia de clase media y nacido en Brasilia, fue condenado a 15 años por un crimen que prefiere no recordar.