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Pena de muerte: el debate

Hasta abril de 2006, más de 20.000 personas se encontraban en el corredor de la muerte esperando ser ejecutadas, según informó la organización de defensa de los derechos humanos Amnistía Internacional (AI). 

En 2005, al menos 2.148 personas fueron ejecutadas en 22 países mientras que por lo menos 5.186 personas fueron sentenciadas a la pena de muerte en 53 países.

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Texas publica en Internet las últimas palabras de los condenados a muerte

En el sitio webdel Departamento de Justicia Criminal se pueden consultar los datos de estas personas y los discursos que pronunciaron minutos antes de morir. El listado incluye las 376 ejecuciones que se han realizado desde 1982 hasta la semana pasada. 

«Estoy listo», fue lo último que Farley Matchett expresó antes de morir, el martes de la semana pasada. Antes había dicho: «A mi familia y a mi madre y a mis tres preciosas hijas, las amo a todas… Sean fuertes y sepan que estaré en un lugar mejor… Y a los familiares de la víctima, intenten con mi muerte tener paz y cancelar su dolor. Señor Jesucristo, me encomiendo a ti».

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El «Gordo» Valor: «Robábamos cinco o seis blindados por mes»

El asaltante de bancos más famoso del país está preso desde hace 14 años.

CAMPANA.- Ese hombre macizo de ojos azul grisáceo y ojos fríos como bolas de rulemán es el ladrón de bancos y camiones blindados más famoso del país. Un tipo duro, de los que tiran con ametralladoras y fusiles; de los que son capaces de tragarse una sopa de hojas de afeitar antes que delatar a un compañero.

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Los chicos ocupados en perder su futuro

La primera encuesta nacional sobre niños y niñas que trabajan detectó que los menores de 14 ganan 22 pesos mensuales como promedio. Los de hasta 17, cobran 97. El 25 por ciento de los adolescentes que trabajan abandonó la escuela. En las zonas rurales, ese porcentaje sube a 62. Las advertencias de Unicef. El debate entre los expertos. 

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Situación reversible

Juan trabaja desde los siete, a los 13 ya es capaz de enseñarle a su hermana el oficio de cosechar algodón sin pensar en los agroquímicos que lo intoxican o en las horas necesarias para juntar los cien kilos que en un buen día le harán ganar diez pesos. Historias como ésta son las que ocultan los números globales sobre el trabajo infantil –o “peores formas” de lo mismo, como se llama a la explotación sexual–, tan naturalizados que parece irreversible que al menos un millón y medio de chicos y chicas se vean en la necesidad de aportar dinero a sus familias.