Los ingleses pudieron hacerlo: redujeron el delito un 30 por ciento en los últimos siete años, y prevén bajarlo un 15% más en los próximos tres años.

Concentrados en los robos a casas y en las calles, lo lograron con políticas de largo plazo, con más policías, con nuevas tecnologías y con la sanción de leyes que comprometen a los organismos públicos de acción social, salud y educación a trabajar junto con la policía contra la violencia.

Sin embargo, hay en el Reino Unido una paradoja. Los ingleses siguen sintiéndose inseguros, pues si bien sufren menos delitos graves, son sus principales preocupaciones ahora la presencia de autos abandonados, la de jóvenes ebrios y las pintadas, desvelos mayores que el terrorismo, para ellos.

Quien desarrolló esa receta contra el crimen es sir Keith Povey, un caballero de la corona británica que, además, es policía. Como inspector jefe de policía de Su Majestad, su misión es auditar el funcionamiento de todas las policías de Inglaterra y de Gales.

Llegó a la Argentina, invitado por la embajada su país, para participar de un seminario sobre seguridad y derechos humanos organizado por el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), y habló con LA NACION.

Las diferencias entre Inglaterra y la Argentina son abismales. Allí las posibilidades de ser victimizado son las más bajas de los últimos 30 años, mientras que aquí el 80 por ciento cree que puede ser víctima de un delito. El nivel de confianza de los argentinos en su policía es del 9 por ciento; en el Reino Unido, del 80.

– ¿Cómo lo lograron?

-A través de políticas de gobierno instrumentadas desde 1997, centradas en los delitos de mayor incidencia, como los robos de autos, en casas y en las calles. Se asignaron recursos significativos. En Inglaterra y Gales hay ahora más policías que nunca (140.000 para 56 millones de habitantes). Hubo inversiones en tecnología y se sancionaron leyes que obligan a otras autoridades locales (de salud, educativas y de acción social) a trabajar en conjunto con la policía en la lucha contra la violencia y el delito.

-¿La gente está más preocupada por el terrorismo que por el delito común?

-No, lo que más le preocupa son los delitos de poca monta, las conductas antisociales, los graffiti y los vehículos abandonados, ya sea por delincuentes o por sus dueños, cuando éstos no pueden mantenerlos.

-¿Por qué el alto nivel de confianza en la policía?

-En los años 80, la actuación policial era de mano muy dura, y eso provocó disturbios sociales. Esto llevó a una investigación pública muy importante, que derivó en un cambio en el estilo de actuación policial y en un proceso de mayor consulta con la comunidad. Consecuentemente, hoy existe lo que llamamos «visitantes legos», miembros de la comunidad con facultades para ir a cualquier repartición policial, en cualquier momento, y verificar cómo están los calabozos y cómo se trata allí a los presos.

-¿La baja del delito trajo aparejadas más detenciones?

-El número de personas arrestadas está en aumento. La población carcelaria hoy está en su nivel más alto, con 74.000 detenidos. Por eso ahora el gobierno está construyendo dos cárceles.

-¿Cuál es el promedio de duración de las condenas?

-Entre uno y dos años.

-¿Qué pena corresponde a un robo de una casa a mano armada?

-Ese es un delito muy grave. Le corresponden entre siete y diez años. Pero los delitos a mano armada son muy pocos, porque la ley de armas en Inglaterra es extremadamente estricta. Ninguna persona puede portar armas ni poseerlas, salvo para fines deportivos. Por eso los policías pueden patrullar desarmados, aunque hay móviles con hombres armados que actúan de inmediato, de ser necesario.

-¿En qué medida es un problema la corrupción policial?

-Es muy bajo el índice de casos. Es un delito sumamente grave, con un mínimo de cinco años de prisión. Seguro el culpable va preso y no la pasa nada bien en la cárcel.

-¿Reciben quejas por violaciones de los derechos humanos por parte de policías?

-Pocas. El público no toleraría métodos de mano dura. Incluso si un ciudadano se queja de que un policía fue grosero o tuvo malos modales, el caso es investigado y, si se confirma, ese policía es sancionado.

-¿Cómo situaría a Inglaterra respecto del debate sobre la «mano dura» contra el delito?

-Nuestra policía es comunitaria. Los policías que patrullan son conocidos por los vecinos por sus nombres, y los pueden llamar a sus teléfonos celulares. La idea es que el delito y la seguridad no son sólo problemas de la policía, sino de la comunidad y de otros organismos del gobierno.

-¿De qué modo participa la comunidad?

-Se reúne e identifica temas que le preocupan. Estas prioridades y los objetivos por alcanzar son incluidos en el plan de acción pública. Cada año la policía debe presentar un informe sobre las metas alcanzadas o no, y debe rendir cuentas sobre su desempeño en reuniones públicas.

-¿Cómo piensan aumentar la confianza en la policía?

-Son varias las estrategias. Una, un plan de acción de 10 puntos, que denominamos «el contrato» entre cada miembro de la comunidad y la policía. Tener modales respetuosos; informar a las víctimas y a los testigos sobre los casos que los involucran; responder con prontitud a las llamadas y pedidos de asistencia son estándares que el público puede esperar de cualquier policía.

Además, el gobierno se comprometió a proveer 25.000 oficiales de apoyo comunitario, personas de alta visibilidad que recorrerán las calles; no tendrán las facultades de los policías, pero actuarán como «sus ojos y sus oídos».

-¿La baja de delitos mejoró el estado general de la sociedad?

-Existe una paradoja, porque si bien el índice del delito ha ido en baja, la percepción del público respecto de la posibilidad de ser victimizado va en aumento.

-¿Por qué?

-A la gente le preocupan aquellos delitos de poca monta, las situaciones de desorden. La policía reconoce que debe abordar esos delitos menores.

-¿Se sintió seguro en Buenos Aires?

-Sí; de hecho anoche salimos a caminar y nos sentimos tan seguros como en Londres. Bueno, sé que ésta es una zona (Recoleta) en la que uno se siente seguro. Pero también hay áreas en Londres en las que yo no me sentiría seguro de noche.

Por Hernán Cappiello y
Fernando Rodríguez
De la Redacción de LA NACION

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«Lo que más preocupa a los ingleses son los delitos de poca monta, las conductas antisociales, los graffiti y los autos abandonados, sea por ladrones o por sus dueños»

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Ante secuestros, silencio de prensa

Los secuestros son infrecuentes en Inglaterra. A lo sumo se producen dos o tres por año. Pero los medios de comunicación sólo informan sobre ellos una vez que la víctima ya ha recuperado la libertad.

No publicar detalles sobre un caso de secuestro en curso es un acuerdo que a nadie se le ocurriría romper en el Reino Unido.

«Cuando una persona es secuestrada, los medios no van a revelarlo mientras esté en curso la investigación del caso y la persona continúe retenida. Pero la policía diariamente mantiene a los medios informados sobre los avances y el desarrollo de la investigación. Una vez resuelto el caso, los medios publican la noticia con todos los detalles. No hay una ley al respecto, pero los medios respetan ese acuerdo porque saben que la vida del rehén corre riesgo», explicó a LA NACION sir Keith Povey.

http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=658362