Es la organización delictiva más poderosa; vende armas y droga.
PARIS.- Fueron necesarias seis personas acribilladas a balazos frente a un restaurante italiano, en el centro de la ciudad alemana de Duisburgo, a mediados de agosto, para que los europeos descubrieran hasta qué punto la N drangheta está sólidamente implantada en el continente.
Hacía tiempo que los investigadores de Reggio-Calabria habían advertido que, desde hace años, las poderosas «familias» de la mafia calabresa invierten capitales en actividades totalmente legales y consiguen de ese modo lavar sumas colosales de dinero.
En Alemania, la policía contó unos 30 restaurantes y hoteles, entre Duisburgo y Erfurt, que pertenecen a los clanes del minúsculo pueblo de San Luca, cuna de la N drangheta, en las montañas del Aspromonte: los Vottari-Pelle y los Strangio-Nirta, que actualmente se libran una guerra sin cuartel.
Con 8000 hombres repartidos en 140 clanes en tierra italiana, la N drangheta se ha transformado en pocos años en la más poderosa y la más «mundializada» versión del crimen organizado. Actualmente, está presente en todos los continentes, desde el sur de Francia, donde se instaló en los años 90, hasta Australia, pasando por Canadá, Colombia, Holanda y Rusia. Sus redes son tan sofisticadas y extensas que incluso llegó a utilizar el Banco del Vaticano para reciclar el dinero sucio de sus actividades, según especialistas.
La mafia calabresa produce ganancias estimadas en 50.400 millones de dólares anuales, lo que equivale al 5% del PBI de Italia. Dos tercios de esa cifra provienen del tráfico de cocaína, del que tiene prácticamente el monopolio europeo. Pero la N drangheta también se dedica a la venta de armas, la prostitución y la usura, entre otros delitos.
«Esa criminalidad fue siempre subestimada. Eso favoreció su desarrollo vertiginoso», explica Vicenzo Macri, de la Dirección Nacional Antimafia italiana (DIA). A su juicio, aprovechando las leyes de destierro que existían hasta fines de los 80, «la N drangheta se implantó en el resto de Italia y, sobre todo, en el extranjero».
Sin embargo, nunca rompió sus lazos con la tierra natal. «Los mafiosos que operan en Toronto siguen vestidos con pesados zapatos y sombreros de campesino. Los hijos tienen doctorados en economía, pero esperan que el padre haya terminado de comer para sentarse a la mesa», advierte Nicola Gratteri, procurador adjunto en Reggio.
Menos conocida que la Cosa Nostra siciliana o que la Camorra napolitana, la N drangheta, nacida en la región más pobre de Italia, fue durante mucho tiempo considerada un racimo de bandas locales con métodos brutales.
Sin embargo, gracias a su estructura horizontal y familiar, siguió creciendo mientras que las otras organizaciones criminales comenzaban a ser jaqueadas desde el interior por sus propios pentiti (´arrepentidos ).
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Por Luisa Corradini
Para LA NACION