Está en Neuquén, donde se cumple un programa de actividades para bajar los índices de violencia y de reincidencia criminal; así quieren mejorar la seguridad pública cuando el recluso vuelva a la calle.

SENILLOSA, Neuquén.- El viento sopla fuerte y parece no tener freno. Hace días que no pasaba. Por momentos, se hace difícil jugar al fútbol en la cancha de tierra. Pero a los jugadores parece no importarle. Los más habilidosos gambetean a los rivales y también a las nubes de polvo que se levantan. Los goles se gritan con ganas, como en cualquier otro lugar de la Argentina.

A pocos metros de la cancha, Damián espera que sea el turno de su equipo. Lleva puesta la camiseta de Estudiantes de Buenos Aires, de la ciudad de Caseros. Hasta 2001 vivió en la villa Carlos Gardel, en Morón. Ahora está en la puerta de su celda del Módulo Senillosa-Anexo de la Prisión Regional del Sur-Unidad N°9 del Servicio Penitenciario Federal (SPF).

Su nombre completo es Carlos Damián Vallejo. Llegó a Senillosa desde el penal de Rawson. En 2003 fue condenado a la pena de 21 años de prisión por haber sido encontrado culpable del delito de violación seguida de muerte. La víctima fue la maestra María Fabiana Gandiaga, asesinada en la sede Ricardo Aldao del club Gimnasia y Esgrima Buenos Aires (GEBA), situada en Perón 1154, en pleno centro porteño.

El crimen había ocurrido en octubre de 2001, cuando la docente había ido a ver una exhibición de su hijo. Después del ataque sexual, los delincuentes mataron a la mujer, que tenía 36 años, y la arrojaron en el hueco de un ascensor. Su cuerpo fue hallado dos semanas después.

Vallejo y los otros 122 internos alojados en Senillosa tienen un denominador común: todos fueron condenados por delitos sexuales. Forman parte del Programa para Ofensores Sexuales (POS) aprobado este año por el SPF.

«El POS busca emplear herramientas en pos a disminuir los índices de violencia, desarrollando políticas destinadas a reducir la reincidencia criminal y a promover el desistimiento del delito con la finalidad de mejorar la seguridad pública», explicó a LA NACION el subsecretario de Relaciones con el Poder Judicial del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, Juan Bautista Mahiques.

El POS acaba de cumplir un año. Se trata de una experiencia inédita en la región. Se elaboró en el Instituto de Criminología del SPF. El primer paso para que un agresor condenado por delitos sexuales esté en el programa es la voluntariedad. La segunda instancia es que reconozcan el delito por el que fueron condenados.

Plantearse un desafío

«Hay pocos sistemas que trabajan con el agresor sexual. El desafío que nos planteamos es ver el comportamiento», sostuvo el director nacional del SPF, Emiliano Blanco.

En Senillosa, con el grupo de profesionales (docentes, psicólogos, asistentes sociales y profesores de educación física), los internos trabajan para disminuir la impulsividad, manejar la ansiedad, un mayor reconocimiento del delito, educación de valores y estimular el autoestima. Los logros, según las fuentes consultadas, son oscilantes.

«Los recursos están puestos en mejorar la sociedad e intentar buscar una solución para los crímenes más aberrantes», explicó licenciado en psicología Marcos Fernández, uno de los profesiones que trabajan en el POS.

Si bien el Módulo Senillosa-Anexo de la Prisión Regional del Sur es una cárcel que depende del SPF, hay un grupo de 30 internos condenados por delitos sexuales derivados del Servicio Penitenciario de La Pampa. Están en la prisión neuquina después de que se firmó un convenio entre la Nación y esa provincia.

Cada 15 días, un grupo de familiares de presos de La Pampa viaja a Senillosa, a 45 kilómetros de la capital neuquina, para visitar a los internos que cumplen condena en la primera prisión para agresores sexuales.

El POS, en principio, está diagramado en tres etapas de un año cada una. Pero, esta primera experiencia, podría durar un poco más de tiempo.

«A un año de comenzado el programa, la evaluación es positiva por varias razones. En primer lugar, por primera vez se ha generado un espacio específico de alojamiento y tratamiento para ofensores sexuales, evitando que éstos se encuentren dispersos en diferentes establecimientos en los cuales resultaba dificultoso contar con unidad de criterio para su abordaje. Esto ha permitido, además de la unificación de criterios mencionada establecer un sistema de admisión al programa objetivo y poder abordar de forma específica los riesgos propios de esta población», dijo Mahiques.

En Senillosa, los internos además de actividades educativas tienen tareas laborales: hacen cepillos y cortan bolsas de residuos. Las celdas son individuales. El día para los reclusos comienza a las 7.30 y, a las 23, todos tienen que estar dentro de su lugar de detención.

En otras cárceles del SPF, los presos condenados por delitos sexuales suelen estar en celdas de Resguardo de Integridad Física (RIF): permanecen 23 horas en su celda, tiene una hora diaria para estar en un patio, pero siempre aislado del resto de los internos. Al no estar en contacto con otros reclusos suelen tener buena conducta.

«Cuando el agresor sexual está aislado del resto de la población carcelaria es un preso que no genera conflictos. Entones al estar en régimen común, donde comparte situaciones con otros reclusos surgen los problemas. Entonces, ante esos efectos se comienza con la evaluación. Trabajamos con una mayor evidencia empírica en pos de reducir la reincidencia», afirma el director del SPF.

Los agentes penitenciarios y los profesionales que trabajan en Senillosa están convencidos de que los resultados del POS pueden ser buenos. Explican que no son magos, pero se tienen confianza.

«Si hay una luz de esperanza para disminuir la reincidencia creemos que la vamos a encontrar», resumió el alcaide mayor Facundo Cerrudo, a cargo de la primera prisión donde los internos son todos agresores sexuales.

Fuente. La Nación