MEDELLÍN (De un enviado especial).- Aníbal Gaviria Correa, alcalde de la ciudad, habla de Medellín con pasión. Desde los ventanales de su despacho, en el piso doce de la sede de la administración local, la ciudad se abre hasta el horizonte. Allí, dice, están los dueños de la transformación que, desde hace doce años, es modelo en el mundo. Ya van tres mandatos de tres jefes comunales diferentes que continúan por la misma senda.

«Es cierto, se hizo mucho. Pero también falta mucho. Hoy la prioridad es avanzar contra la violencia y contra la desigualdad», declama.

Quiere espacios y equipamientos públicos de calidad. «Ahora vamos por el Proyecto Buen Comienzo, que es la atención integral a los niños durante la primera infancia. Hemos disminuido la tasa de mortalidad infantil y lo que pretendemos es llegar a la mortalidad cero por casos de desnutrición», afirma.

Habla con dolor de los días de Pablo Escobar, aunque cree que ya salieron de aquella «noche oscura y dolorosa».

«Hoy, afirma, tenemos una ciudad inspiradora. No es ésta una ciudad boyante, y el mensaje que transmitimos es claro: Si nosotros salimos adelante, es que se puede.»

No intenta llevarse los laureles de la reconstrucción. Habla del camino iniciado por sus antecesores y que, además, representaban a diferentes partidos políticos. «Sólo les dimos sentido y uso a cosas que ya existían. No inventamos nada. En cualquier centro de esquí, hay un Metro Cable [teleférico], pero sólo a nosotros se nos ocurrió usarlo como medio de transporte.»

Inclusión es la palabra que más repite y explica por qué. «Todo lo que hemos hechos, mis antecesores y yo en materia de transporte, es el símbolo de la presencia del Estado ante a los problemas de esa gente. Aquí se han roto paradigmas. Del espacio vedado pasamos al espacio compartido.»

Afirman que el 50 o el 60% del presupuesto comunal lo dedicarían a la salud y a la educación, y que el presupuesto para seguridad queda en tercer lugar. «Tiene que haber un Estado en capacidad de combatir al delito y a los delincuentes. Y esto se logra controlando el territorio. Medellín, en estos años, ganó terreno en inclusión social y en igualdad; se bajó el desempleo y la inseguridad, pero estamos lejos de donde deberíamos, porque, como siempre digo, disminuir la pobreza es fácil; lo difícil es disminuir la desigualdad.»

Fuente: LaNacion.com