NUEVA YORK. ¿Cuáles son las mejores inversiones que puede hacer un país en el siglo XXI? Todo indica que salud pública y educación. En salud, la tasa de retorno sobre la inversión es del 600%. En educación, los buenos programas de preescolar tienen un retorno del 700%, mejoran el desempeño escolar posterior de los niños, disminuyen la deserción, bajan el embarazo adolescente y son una gran prevención de la criminalidad.
En sociedades como la Argentina y otras latinoamericanas, donde hay una profunda preocupación sobre cómo reducir la delincuencia, no se ha prestado la debida atención al hecho de que una de las soluciones principales está muy a mano. Más educación, menos criminalidad.
No son suposiciones. En Estados Unidos, se estima que un año más de estudios para desertores escolares baja los asesinatos y asaltos en un 30%, y los robos de autos en un 20%. En América latina, un 24,7% de los niños y jóvenes está fuera de cualquier marco de educación. Incluirlos educativamente es decisivo en todos los sentidos, pero entre otros efectos transmitiría el mensaje de que a la sociedad le importan, les abre oportunidades, y esto haría descender la vulnerabilidad al delito.
Además, educación y salud interactúan estrechamente. En Estados Unidos los desertores de secundaria tienen una esperanza de vida 9,2 años inferior a los que la completan.
El énfasis en la educación está tras los resultados de las sociedades más avanzadas. Finlandia, por ejemplo, como todos los países nórdicos uno de los líderes en desarrollo humano y competitividad, fue el primero en la última medición internacional de logros educativos, PISA. El país hace un culto de la profesión docente, eje básico de una escuela exitosa; tiene tanto prestigio en la sociedad como la práctica de la medicina o del derecho. La carrera docente atrae masivamente a los jóvenes, y sólo el 20% de los aspirantes es admitido. Todos los maestros tienen un grado universitario.
América latina ha hecho progresos relevantes en educación en los últimos años, el 90% de los niños completan la primaria. Sin embargo, hay grandes desafíos pendientes, muy bien documentados en recientes estudios de Cepal y Unesco.
Primer desafío: bajar los elevados niveles de deserción y repetición.
Mientras en los países desarrollados más del 85% de los jóvenes termina la secundaria, en América latina es el 49,7%, y entre los pobres sólo el 30,8%. Según Cepal, se necesitan 12 años de escolaridad, como mínimo, para superar la pobreza. La mitad de la población no llega a ellos. No han elegido ese destino. Hay 18 millones de niños menores de 14 años trabajando, un 16% de los niños padecen desnutrición crónica, millones viven en tugurios en condiciones de hacinamiento, muchas familias pobres se desarticulan bajo el embate de la pobreza y no pueden dar a los hijos el apoyo familiar que es pilar central del desempeño escolar.
Segundo desafío: mejorar el rendimiento.
Los resultados de las pruebas PISA son inquietantes para la región; en la primera, en 2000, los países participantes que la integran estuvieron entre los últimos lugares en capacidades de lectura; el 31% de los alumnos latinoamericanos sólo alcanzaron un nivel rudimentario de comprensión de las pruebas de lectura, y el 23% ni siquiera ese nivel. En los países de la OCDE, en cambio, sólo el 15% no lo superó. En 2006, en ciencias, entre cincuenta y siete países, cuatro de los cinco países latinoamericanos estuvieron en los puestos 49, 51, 52 y 53, y el restante en el puesto 40.
Tercer desafío: aumentar la inversión en educación.
Dedicar recursos a educación, así como a salud, sigue siendo visto por diversos sectores como un «gasto» en lugar de comprender que es una «inversión», además de ser un fin en sí mismo, porque hace a la dignidad y al desarrollo del ser humano. Los presupuestos educativos con incrementos están a distancia, proporcionalmente, de los invertidos por economías exitosas como Irlanda, Israel o Corea del Sur.
Ello tiene todo tipo de efectos negativos. Así, hay graves déficits de infraestructura, equipamiento y materiales en las escuelas públicas, que son las que atienden al 80% de la matrícula escolar primaria. Dos de cada tres alumnos van a escuelas con equipamiento inadecuado. Por otra parte, se viene produciendo una transferencia a las familias de costos que debería asumir el Estado. Eso es especialmente lesivo para los hogares pobres. Dedican un porcentaje de sus ingresos a la educación mayor que las familias con mejor situación.
Con avances, las remuneraciones docentes son más bajas que las de los profesionales y técnicos asalariados; representan el 50% del valor de éstas en Perú, el 58% en Brasil, el 66% en la República Dominicana y el 67% en Paraguay. La falta de incentivos adecuados, de una carrera estable y de un sistema jubilatorio adecuado generan una alta conflictividad potencial. Un análisis de conflictos docentes en 18 países entre 1998 y 2003 (Unesco 2007) muestra el que el 78% se debió a este orden de razones.
Cuarto desafío: la inequidad en la calidad.
Es muy alentador que hayan mejorado los niveles de escolarización en la región. Pero se observan diferencias notables en calidad entre la educación pública y la privada. La Cepal (2007) describe con precisión el círculo perverso de inequidad en pleno funcionamiento: «Las elites escolarizan a sus hijos en colegios de jornada completa y con una oferta curricular variada en contenidos, además de establecer lazos al interior de sus estratos, reforzando el capital y redes sociales necesarios para una buena inserción laboral. En cambio, los sectores populares van a escuelas con mayores carencias en infraestructura, oferta curricular y recursos. La escuela actúa más bien como un mecanismo de diferenciación social que sólo asienta las desigualdades que posteriormente se reproducen en el mercado de trabajo».
Enfrentar los desafíos planteados requiere dedicar más recursos, dignificar la profesión docente, buena gestión educativa y un esfuerzo sostenido. Así, una lección muy importante que surge de las pruebas PISA es que la capacidad lectora está relacionada con los niveles de inversión por alumno acumulados en el tiempo.
En el país, como en toda la región, es de esperar que toda la sociedad abra una amplia concertación social para apoyar las iniciativas y progresos en direcciones como las referidas.
El derecho a una educación de calidad, base estratégica del avance de las personas, las familias y los países, debe ser restablecido a plenitud.
El último libro del autor, escrito con el premio Nobel de Economía Amartya Sen, es Primero la gente (Plante/Deusto, 2008)
http://www.lanacion.com.ar/opinion/nota.asp?nota_id=998611 |
Por Bernardo Kliksberg Para LA NACION |