El director del Centro Internacional de Prevención del Crimen participó la semana pasada en un coloquio organizado por la CEPAL y el Ministerio del Interior. Su diagnóstico: nuestro país va bien en cuanto a seguridad, pero hay que cuidarse de promesas como la mano dura o las islas-cárceles. No funcionan.

No debe extrañar que la delincuencia sea un tema en período de elecciones. Ocurre aquí y en casi todos los países. Es la primera advertencia que hace Daniel Sansfaçon, director del Centro Internacional de Prevención del Crimen (CIPC) y uno de los expertos más reputados en todo el mundo en materia de seguridad ciudadana. No hay que deslumbrarse con propuestas demagógicas: van a pasar, y el problema del delito seguirá allí, advierte.

–¿Cómo debe abordarse la seguridad ciudadana?

–Desde hace 25 años, lentamente, se ha producido una manera diferente de mirar la delincuencia, un cambio de paradigma, que ve la seguridad como un bien público en donde la prevención y el control son aspectos integrados, no paralelos ni antagónicos.

–Pero la prevención brilla poco. Casi siempre el discurso se centra en la represión del delito…

–La prevención no es algo general ni ambiguo: se deben atacar aspectos locales, concretos y situacionales. Debe ser focalizada: hay que identificar los factores específicos por los cuales las personas pueden delinquir en ciertos contextos particulares. Me refiero a la oportunidad, el grado de escolaridad, el desempleo, etc.

–¿Eso es todo?

–Una buena política debe ser también focalizada, debe integrar el control y la prevención, el apoyo a la gestión local, un mejoramiento de las políticas nacionales de policías.

–Pero la policía es eminentemente represiva.

–No, la policía debe jugar un rol preventivo y no sólo represivo.

TOLERANCIA CERO

–¿Cómo evalúa las políticas de seguridad ciudadana en Chile?

–La política de seguridad pública en Chile tiene todos estos elementos ya descritos; me refiero, por ejemplo, al programa Comuna Segura. Además, ha ido de la mano con la revisión de las medidas sobre la policía, como el Plan Cuadrante. También ha habido un aprendizaje respecto de otras experiencias internacionales, y avances en el diagnóstico y la evaluación de políticas públicas sobre seguridad.

–Entonces, ¿su evaluación es buena?

–Todo esto es muy positivo. Pero al mismo tiempo es posible decir que aún hay grandes desafíos. En Chile hace falta integrar a la sociedad civil en estas políticas, falta más participación. Conocemos sólo dos instituciones civiles que intervienen en estos temas: Paz Ciudadana y Sur. Pero, ¿qué pasa con el ciudadano común, cómo se lo integra?

–¿Qué significa que los ciudadanos participen de la seguridad pública?

–Voy a ponerle un par de ejemplos. En Londres se realizó un plan de seguridad ciudadana en 1999. El primer paso fue consultar a los vecinos respecto de los problemas de seguridad y las medidas que ellos creían necesarias. Sobre la base de ese diagnóstico se elaboró un plan de acción y luego se volvió a preguntar a las personas qué les parecía dicho plan.

–En la campaña electoral chilena, cuando se habla de delincuencia, lo que más suena es la “mano dura”.

–Si tuviera ocasión de debatir con los candidatos les diría que no existe una receta única para acabar con la delincuencia. Los caminos son variados y de largo plazo. Las políticas de seguridad en Francia o Inglaterra, por ejemplo, se están desarrollando desde los años ’60 y ’70, es decir, por más de 30 años, poco a poco. No hay que olvidar que las políticas de seguridad aquí en Chile tienen en promedio apenas dos años, por lo que es mucho pedir que tengan un impacto concreto en tan poco tiempo.

–¿Entonces, la llamada “tolerancia cero” es puro efectismo?

–La idea de “tolerancia cero” partió en Nueva York, pero hay muchos factores que incidieron en la baja de la delincuencia en esa ciudad y que no tienen nada que ver con este plan. Entre ellos, el cambio demográfico natural en esos años, el crecimiento económico, la baja del desempleo, la acción de ONG’s e iglesias, que no son parte de esta estrategia pero que trabajan con jóvenes o pandillas, con mucho éxito. Además, otras ciudades, como Boston o Seattle, no aplicaron “tolerancia cero” y también bajaron sus tasas.

MENOS CÁRCELES

–¿Cuál es la evaluación final de este programa?

–Es que el plan no tuvo evaluación, por lo que no se sabe siquiera si hubo un efecto real en la delincuencia. Incluso hace poco, la revista “Foreign Affairs” publicó un artículo en el que cita al jefe de policía de Los Ángeles, el mismo que implementó el “tolerancia cero” en Nueva York, quien señaló que allí la policía tuvo sólo una pequeña incidencia en la merma de los delitos.

–Chile es uno de los países más seguros de América Latina, pero también uno de los que más teme a la delincuencia y el que más gente mete a las cárceles.

–Se debe entender que no hay relación entre la reclusión y las tasas de delito. Por ejemplo, en Estados Unidos hay 1.200 presos por cada 100 mil habitantes. En Canadá, este índice es de 120 por 100 mil habitantes; es decir, diez veces menos, pero ambos países tienen una tasa de delitos similares. O sea, no hay más delitos en Canadá porque existan menos personas presas. Además, está comprobado que los países que más encarcelan son los que tienen las tasas de reincidencia más altas. Alguien podría pensar, incluso, que lo mejor sería cerrar todas las cárceles.

–Uno de los candidatos aquí propuso crear una isla-cárcel.

–No existe una solución fácil para la delincuencia. No importa dónde se ubique la prisión, porque el punto no es el encierro, sino la readaptación. La pena no debe ser pensada sólo como un castigo, sino como una herramienta. Yo puedo sacar de circulación a un criminal y encerrarlo en la cárcel, pero él va a cumplir su pena y luego va a volver a la sociedad. ¿Cómo se reintegrará? ¿Volverá a delinquir? Ése es el punto importante.

–¿Cómo se enfrenta ese problema si Chile destina a la reclusión más del doble del presupuesto total que se invierte en rehabilitación y reinserción?

–Ese problema no ocurre sólo en Chile. En todos los países desarrollados se da más o menos la siguiente relación: se gastan entre dos y tres dólares en rehabilitación por cada 100 dólares en represión, y ya se sabe que las cárceles no son efectivas para disminuir el delito. Por lo tanto, se debe demostrar que la reclusión no representa una inversión eficiente para el Estado, es un mal gasto de los impuestos de los ciudadanos. Pero estos asuntos no se deciden por cálculos de costo-beneficio. Pasan por decisiones políticas.

–Chile muestra índices de temor en la sociedad que no tienen relación con las cifras de delitos reales cometidos.

–Esto tampoco es exclusivo de Chile. Le doy dos ejemplos: en las últimas elecciones presidenciales de Francia, el tema de la delincuencia fue capital en el debate, a pesar de que en este país la tasa de delitos es mucho menor que en Canadá. También en Londres, desde 1995, la tasa de delitos disminuyó progresivamente, pero el índice de temor aumentó. Esta relación se da casi igual en todos lados y hasta hoy no hemos podido explicarla.

–¿Somos sociedades seguras pero con miedo?

–La relación paradójica entre temor y delito es igual en todos lados y se puede explicar por muchos factores, no sólo por el delito. La disgregación de la familia, el fin de los lazos comunitarios, el creciente individualismo; todo esto nos hace sentir más solos y amenazados, por muchas cosas, no sólo por los delincuentes. LND

Domingo 13 de noviembre de 2005

La Nacional