Hoy en día, los escritos e investigaciones de renombrados expertos de las ciencias del comportamiento no defienden pegarles a los niños. Este amplio consenso ha ido creciendo durante décadas y sus comienzos se remontan a siglos atrás.

Ello no significa que no existan partidarios de pegarles a los niños, de la misma manera que sería una falsedad pretender que no existen defensores del mal trato a las esposas. Ambas prácticas son comunes y sus defensores en general creen tener razones válidas para actuar así.

Pegarles a los niños, al igual que la violencia física a las esposas, resulta peligroso tanto física como psicológicamente. Los daños que a largo plazo se causan, o se pueden llegar a causar a la víctima, exceden con mucho la utilidad a corto plazo que perciba en ello la persona que lo practique.

Algunos investigadores sostienen que todo acto de violencia de un adulto hacia un niño, por muy breve o leve que sea, deja una cicatriz emocional permanente. El efecto de estas cicatrices es acumulativo. Hasta cierto punto, nuestras propias experiencias nos lo demuestran. La mayoría de nosotros debemos admitir que los recuerdos más imborrables – y los más desagradables – son los recuerdos del daño inflingido por nuestros padres. Algunas personas consideran la memoria de tales acontecimientos tan desagradable que pretenden que éstos fueron insignificantes y hasta graciosos. Usted observará que sonríen cuando describen lo que les hicieron. Sonríen por vergüenza y no por placer. Encubren el recuerdo de esos viejos sentimientos para protegerse contra el dolor que todavía sienten.

Al intentar negar o disminuir los peligros relacionados con el castigo aquellas personas que pegan, dicen «El castigo corporal es muy distinto al abuso de los niños» o «una palmadita nunca hizo daño a nadie.» Pero están equivocadas. Una buena comparación con lo anterior es el envenenamiento con arsénico. Todo el mundo sabe que el arsénico tomado en cantidades suficientes es mortal. Sin embargo, una módica ingestión del mismo puede que no tenga un efecto dañino. ¿Pero quién necesita veneno? El hecho de que una persona sobreviva dicha experiencia no es prueba de que tal experiencia sea beneficiosa.

Los padres informados y responsables reconocen que el pegarles a sus hijos es como darles de comer una substancia nociva. Nada bueno va a resultar de ello, sólo daño.

Pero algun padre se puede preguntar «¿Cómo se puede ser un padre responsable si no se le enseña al hijo que no se cruza en frente del tráfico cuando sale corriendo y se le da una buena paliza para que no lo olvide?»

La realidad es que las bofetadas producen en el niño un estado de fuerte agitación emocional haciendo difícil que aprenda las lecciones que los adultos pretenden enseñarle. Dar una «buena bofetada» puede servir para que el adulto libere su cólera, pero a expensas de causarsela al niño. Y mientras que el desahogo en el adulto es transitorio, el efecto en el niño es duradero.

El pegarles no les enseña que los carros y los camiones son peligrosos. Al contrario, les enseña que los adultos, de quienes él depende, son peligrosos.

La pérdida de confianza

El acto de pegarle a un niño deteriora el lazo de confianza entre el niño y los padres. El niño golpeado es menos capaz de mirar al padre como una fuente de amor, protección y consuelo, los cuales son vitales para su sano desarrollo. Para el niño, el padre parece ser ahora una fuente de peligro y dolor. El cuidado amoroso y la protección al niño, que deberían existir incondicionalmente, se ven ahora sustituidos por la agresión.

El niño traicionado de esta manera – al igual que aquel a quien se niega alimentación adecuada, afecto o descanso – sufre y no madura de una forma óptima.

Las amenazas

Algunos padres rara vez o casi nunca les pegan a sus hijos, pero constantemente les amenazan con actos de agresión. «Si no te callas mientras estoy en el teléfono, te voy a coser la boca con una aguja bien grande» dicen algunas veces los padres. O si no, dicen «Alguien te va a cortar los dedos con las tijeras. Eso es lo que le hacen a los niños malos que tocan las cosas de otras personas». Consideran fácil controlar a sus niños por estos medios – al menos de forma temporal.

Al principio el niño obedece por miedo mientras cree en las amenazas del adulto. En esta etapa ya aprende a hacer cosas a escondidas y a decir mentiras para evitar los terribles castigos que él cree que le esperan. Más tarde, cuando comienza a darse cuenta que las amenazas no tienen fundamento, llega a la conclusión (correcta, por otra parte) de que los adultos mienten.

Cuando la confianza entre los adultos y los niños a su cargo comienza a deteriorarse, la habilidad infantil de formar relaciones de confianza con los otros también se deteriora. Esto puede volverles incapaces de alcanzar intimidad o solidaridad. Los lesionados de esta forma, se inclinan a ver las relaciones con otras personas como negocios o operaciones en las que se gana o se pierde. Consideran la honradez y la confianza en los demás como debilidades que han de ser explotadas, de igual manera que se hizo con ellos.

La Fuerza

El pegarles a los niños les enseña que la interacción entre los seres humanos está basada en la fuerza, que el poder es justicia. Mientras más golpeado sea el niño, mayor será la posibilidad de que él llegue a ser un adulto que se relaciona con otros, no por medio de la persuasión, sino por medio del uso de la fuerza. ¿Qué clase de persona estamos describiendo aquí?

El abusón. El violador. El cónyuge autoritario que domina, manipula y aterroriza a su pareja. El charlatán, el falsificador, el policía corrupto, el corredor de bolsa corrupto de Wall Street, el político sin escrúpulos, el demagogo – cada uno de ellos es esta persona. También lo es el cobarde y el alcahuete que obtiene su poder de segunda mano al frecuentar a los arriba descritos.

Los malos tratos entre esposos y las palizas a los hijos.

En la gran mayoría de los casos, el marido y la mujer cuya relación incluye la violencia, tienen también una relación semejante con sus hijos. Es probable que dichos padres fueran golpeados de niños y hayan presenciado golpes a otros.

Los cónyuges explotadores y explotados que pegan a sus hijos, les enseñan a ser verdugos y víctimas exactamente iguales a ellos mismos. Los niños golpeados aprenden del ejemplo de sus padres que la manera de desahogar sus frustraciones, expresar su desacuerdo y afirmar su poder es dándoles golpes a una persona más pequeña o más debil que ellos. Este principio se les inculca siempre que vean a sus padres pegarse o cuando ellos reciben una paliza.

Aprenden que una vez que sean lo suficientemente grandes y fuertes, podrán controlar a otros amenazándolos o lastimándolos. Aprenden que está bien que las parejas se golpeen, y que los adultos peguen a los niños.

Cuando los niños cuyos personalidades han sido formadas en hogares violentos, crezcan, y tengan sus propios hijos, les resultara muy difícil liberarse del comportamiento que han presenciado. Las aptitudes que desarrollarán en la vida de familia serán aquellas heredadas de sus padres y serán más susceptibles de prolongar el ciclo de violencia con sus propios e inocentes hijos.

Al desparecer la violencia física de la vida familiar, desaparecerán también otras formas de la violencia doméstica. No antes.

El abuso sexual y los golpes fisicos

Los niños que han sido golpeados no consideran que su cuerpo les pertenezca. Los golpes les acostumbran a aceptar la idea de que los adultos tienen poder absoluto sobre sus cuerpos, incluso el derecho de causarles dolor. Las nalgadas les convencen, por otra parte, de que sus zonas sexuales estan sometidas a la voluntad de los adultos. No es muy probable que el niño que se somete a ser golpeado un lunes diga «no» a un violador un martes. Los adultos que les abusan o explotan sexualmente lo saben. Buscan a víctimas potenciales entre los niños a quienes se les ha enseñado «si no obedeces, vas a ver lo que pasa …», porque son los blancos mas fáciles.

Las nalgadas y el desarrollo sexual

En algunos niños, las nalgadas estimulan sentimientos sexuales inmaduros. Los niños no ejercen ningún control sobre esa clase de sentimientos, ni comprenden lo que les está sucediendo. La consecuencia trágica para algunos de ellos es que se crea un nexo entre las sensaciones de dolor, humillación y sexo que se fija en sus mentes para el resto de sus vidas. Aunque se casen, tengan sus propias familias, ocupen cargos responsables en la sociedad, y no exhiban rastros de transtornos afectivos, se ven atormentados de forma secreta y vergonzosa por una necesidad que, en algunos casos, les lleva a buscar prostitutas a quienes pegar o de quien recibir palizas. La industria pornográfica hace un gran negocio satisfaciendo las necesidades de estos pobres individuos.

La ciencia médica ha reconocido y documentado desde hace tiempo una relación entre las nalgadas y el desarrollo posterior de comportamientos sexuales desviados. Y esto ya debería ser una razon suficiente para no pegar nunca más a un niño.

El peligro de las nalgadas

Localizado en el interior de las nalgas se encuentra el nervio ciático, el cual es el nervio más grande del cuerpo. Un golpe fuerte en las nalgas, particularmente con un objeto como un madero, puede causar una hemorragia a los músculos que rodean ese nervio, con la posibilidad de dañarlo y de causar lesion en una de las piernas. El cóccix, o huesito de la rabadilla, es un hueso extremadamente delicado que se encuentra en la base de la espina dorsal y también es suspectible al daño cuando un niño es golpeado en esta región.

Cuando a los niños se les obliga a agacharse para pegarles, sus órganos sexuales corren el riesgo de verse dañados. Los hospitales dan parte con frecuencia de cóccix dislocados y contusiones en la zona genital derivados de castigos violentos.

En un intento de justificar el castigo violento a los niños, ciertos individuos afirman que la naturaleza o Dios creó esa parte de la anatomía para recibir golpes. Esa es una afirmación descaradamente perversa. Ninguna parte del cuerpo fue creada para ser violada.

El peligro de golpearles en las manos

Las manos de los niños en especial son vulnerables porque los ligamentos, nervios, tendones, y vasos sanguíneos están justo debajo de la piel, la cual no tiene ningún tejido protector subyacente. El golpear las manos de niños muy pequeños es especialmente peligroso para las placas de crecimiento de los huesos, las cuales si resultan dañadas pueden causar deformaciones o deteriorar su funcionamiento. El golpear las manos de un niño puede también causar fracturas, dislocación y posteriormente puede llevar al desarrollo prematuro de osteoartritis.

El sacudir

El sacudir a un niño puede causar ceguera, daño al cerebro y hasta la muerte.

Las palizas en casa y el desarrollo de las tareas escolares

La mayoría de los maestros están de acuerdo en que los niños que manifiestan los problemas de comportamiento más serios en la escuela son aquellos que resultan más maltratados en casa.

Los niños que son maltratados en casa han sido condicionados a esperar la misma clase de trato de las personas en posicion de autoridad fuera de la casa. Para estos niños, la zona de batalla que es su vida familiar, se extiende a su vida escolar. Esto les predispone al fracaso académico y el abandono de los estudios, y también a enfrentamientos con las autoridades juveniles y el sistema criminal de justicia.

Al intentar construir una barrera contra lo que ellos perciben como un mundo desalentador y hostil, muchos de estos niños buscan la compañía de otros con problemas similares. «Mis padres y maestros no me comprenden pero mis amigos sí,» dicen ellos con razón. Este es una de los motivos por los que surgen las pandillas callejeras y de su especial atractivo para esos niños cuyo amor propio ha sido destruído por las nalgadas, palizas, golpazos, azotadas, latigazos, humillaciones, insultos, amenazas, críticas implacables, restricciones irrazonables, abandono físico y emocional, etc

No hemos de sorprendernos cuando los niños rechazan al mundo adulto en la medida que ellos creen que éste los ha rechazado. Tampoco hemos de sorprendernos de que el adolescente que ha sido víctima de la violencia durante su niñez, la utilice tan pronto como sea capaz de ello. Como suele suceder, la agresividad que muchos jóvenes cultivan por considerarla esencial para su sobrevivencia los empuja hacia el fracaso o la catástrofe. Nuestras abarrotadas prisiones son prueba de ello.

Algunos maestros trabajan incansablemente para desviar el exceso de agresividad de los niños acosados por la violencia y también para inculcarles la confianza que a estos niños les hace tanta falta. Pero ésta es una tarea monumental que requiere aptitudes especializadas y un nivel de dedicación que no todos los maestros poseen o pueden mantener por largos períodos de tiempo. Esto requiere recursos extraordinarios de los cuales no dispone el sistema de educación pública de los Estados Unidos.

El abandono de los estudios y la delincuencia juvenil dejarían de ser problemas que asolan a nuestra nación si sólo fuera posible persuadir a los padres que dejen de criar a sus hijos de forma que garantice que se conviertan en seres antisociales y auto destructivos. En otras palabras, que dejen de golpear a sus hijos y que empiecen a tratarlos con ternura.

Los golpes, el tabaco, el alcohol y las drogas

Recibir una paliza es una experiencia humillante. El niño maltratado de esta manera no sólo absorbe los golpes sino también el mensaje que les acompaña: «¡No vales nada. No te soporto!» Entonces este mensaje se incorpora a su personalidad en desarrollo. Inspira el odio a uno mismo.

Tarde o temprano se va a ver expuesto a substancias que ofrecen alivio instantáneo a estos sentimientos de falta de valor y de rechazo. En todas partes se puede ver a personas que injieren substancias que les hacen sentirse mejor. Pero nadie le enseña al niño que tal alivio es ilusorio, que es imposible reparar el daño al amor propio por medio de algo ingerido, inhalado o inyectado, y que al contrario es fácil enterrarlo bajo el peso de nuevos problemas.

Pegarles a los Niños y el Comportamiento Criminal

A todos nos resulta familiar la lista de enfermedades sociales que se cree se encuentran en la base del comportamiento criminal: pobreza, falta de trabajo, discriminación, ruptura de la familia, drogas, gangs, violencia en el cine y la televisión, etc. Y resulta claro que cada uno de los aspectos de la lista anterior desempeña un papel en fomentar la delincuencia y el crimen. Sin embargo, un elemento principal apenas se menciona–pegar a los niños.

En 1940, los investigadores Sheldon y Eleanor Glueck iniciaron su famoso estudio de muchachos delinquentes y no delinquentes. Descubrieron cómo ciertas experiencias tempranas de la niñez condicionan a los niños a desarrollar comportamientos violentos y antisociales. Demostraron que los primeros síntomas de delinquencia aparecen ya a los tres años, mucho antes de que los niños entren en contacto con influencias externas. Los Glueck demostraron cómo la incapacidad para ofrecer apoyo tierno y cálido a sus hijos y la disposición a pegarles, da por resultado niños agresivos y violentos. Cuanto más severo y temprano sea el mal trato, peor es el resultado.

Los Glueck también descubrieron que la incidencia más baja de comportamiento antisocial resulta siempre asociada con niños que se ven guiados por la razón y la ternura.

El mensaje para todos los padres que no quieren que sus hijos vean el interior de una prisión o cárcel es simple: NO LES PEGUE. TRATELOS CON CARIÑO.

El racismo, los golpes y el odio colectivo

Cuando se golpea a un niño, éste se llena de ira y del deseo de venganza. Pero este deseo casi nunca se materializa. Como regla general, ni siquiera el niño más golpeado devolverá los golpes a aquel que lo abusa. En vez de eso, se refugiará en la fantasía donde puede dar rienda suelta a su ira en contra de sus adversarios imaginarios. Algunas veces los hermanos pequeños o los animales domésticos sirven este propósito. El entretenimiento popular también satisface esta necesidad.

A medida que el niño crece y se ve influenciado por los prejuicios e intolerancia de la sociedad, es natural que su ira se vuelque hacia aquellas personas que la sociedad convierte en chivos expiatorios. Los cultos del odio y facciones políticas extremistas le ofrecen una oportunidad de convertir sus fantasías en realidad. En cada generacion más de uno acepta esa oferta. Su comportamiento constituye la peor consecuencia de la tradición de los padres que golpean a sus hijos.

Las palizas en la escuela

La tradición de que los maestros peguen a los niños, casi ha desaparecido al nivel de los países desarrollados. Esta práctica es ilegal en todos los países europeos. En Finlandia, Noruega, Suecia, Dinamarca, Austria, Italia y Chipre no esta permitido que nadie, incluso los padres, golpee a un niño. Los Estados Unidos y Sudáfrica, entre las naciones más industrializadas, son las que han puesto más resistencia a la reforma. Pero cada año hay más estados en nuestro país que prohiben el castigo corporal en las escuelas. Más y más distritos escolares prohiben esta práctica en los estados donde todavía es permitido el castigo corporal.

Aun así, quedan muchos maestros y administradores de escuelas que, como muchos padres de familia, no han sido informados sobre este tema. Ellos se mantienen firmes en su creencia de que está bien tratar a los alumnos por medio de la violencia física o la amenaza de ella. ¿Qué pueden hacer los padres más conscientes?

Si le dijeran que las llantas del autobús escolar están gastadas o que los frenos no funcionan bien, usted no permitiría que su niño viajase en ese autobús, y exigiria que las autoridades escolares corrigieran el problema inmediatamente. O si le dijeran que los conductos de aire en la escuela de su niño estan contaminados con asbestos, usted lo sacaría de ella en seguida e informaría a los demás padres del peligro.

El castigo corporal no es nada distinto. Es algo muy peligroso y todas las personas sensatas de la comunidad deberían unirse en oposición al mismo. Usted como padre tiene el derecho y la obligación de proteger a su hijo de peligros conocidos. Informe a los organismos públicos locales, regionales y estatales que nadie tiene el permiso, ni el derecho moral, de poner en peligro a su hijo en la escuela.


LO QUE DICEN LOS EXPERTOS

«Cualquier forma de castigo corporal o de paliza es un ataque violento a la integridad de otro ser humano. El efecto permanece con la víctima para siempre y se convierte en un elemento cruel de su personalidad – una enorme frustración que derivará en agresividad y que buscará expresion más tarde en la vida a través de actos de violencia contra otros. Cuanto más pronto aprendamos que el amor y la bondad son los únicos comportamientos adecuados hacia los niños, mejor. El niño, sobretodo, aprende a ser un adulto igual al que ha conocido. Todos los que tienen la responsabilidad de criar a los niños deben saber esto.»

Por Jordan Riak
Traducción de la edición revisada por José Medio

Primera edición 1992; edición revisada, 1994; edición revisada 1996.
Derechos de autor no reservados.

Ashley Montagu, Antropólogo, autor, educador

«El castigo corporal de los niños realmente impide el proceso de aprendizaje y el desarrollo óptimo que puedan tener como adultos responsables en la sociedad. Creemos que es importante para los trabajadores de salud pública, los maestros y otras personas interesadas por la salud emocional y física de los niños y jóvenes, que apoyen la adopción de métodos alternativos para lograr el dominio de sí mismo y un comportamiento responsable en los niños y adolescentes.»

Dr. Daniel F. Whiteside, Asistente al Cirujano
General, Departamento de Sanidad y Servicios
Humanos, Gobierno de Ronald Reagan.

«El castigo corporal, ya sea administrado por la policía, los maestros, los cónyuges, o los padres, tiene efectos comunes muy conocidos como: (1) la huida – el sistema escolar tiene su propio nombre para eso: ausencia injustificada, (2) el contra ataque – el vandalismo en las escuelas y la agresión a los maestros, (3) la apatía -una introversion malhumorada y pasiva en que no se quiere hacer nada. Mientras más violento el castigo, más serias las consecuencias.»

B. F.Skinner, Ph.D., autor, Profesor de psicología,
Harvard

«Siempre he abogado por la abolición del castigo corporal y creo que la relación que existe con la pornografía que está orientada hacia el castigo corporal se arraiga en la tradición de pegar a los niños.»

Gordon Moyes, D.D., autor, educador, pastor de la
Iglesia de la Unión; superintendente de la Misión
Central de Wesley, Sydney, Australia.

«El muy extendido argumento religioso que respalda el castigo corporal está basado sobre unas cuantas citas religiosas aisladas del Libro de los Proverbios. Usando la misma clase de lecturas selectivas uno puede fácilmente citar La Biblia como autoridad para justificar la práctica de la esclavitud, la opresión rígida de las mujeres, la poligamia, el incesto, y el infanticidio. Me parece a mí que la práctica brutal y vengativa del castigo corporal no puede ser reconciliada con los mayores temas del Nuevo Testamento que enseñan amor, perdón y respeto por la belleza y dignidad de los niños, y rechazan de modo abrumador la violencia y la venganza como medios para resolver los conflictos humanos.»

Thomas E. Sagenford, pastor de la Iglesia Unida
Metodista,Toledo, Ohio

«El desarrollo del dominio de sí mismo, al cual nosotros llamamos conciencia, procede de la interacción apropiada de los niños con sus tutores. Las experiencias infantiles del amor y del respeto favorecen el desarrollo de la conciencia, mientras que la experiencia del miedo o del dolor derivadas de nalgadas y palizas, impide este desarrollo. El castigo físico de los niños debe terminar si nuestra sociedad va a verse gobernada por la conciencia y el autocontrol en vez de serlo por su ausencia.»

H. Patrick Stern, M.D., Profesor asistente de
Pediatría, Psiquiatría, y Pediatría del
Comportamiento, Universidad de Arkansas
de Ciencias de la Medicina.

«La imposición de dolor o de malestar, por muy leve que sea, no es un método deseable de comunicación con los niños.»

Asociación Médica Americana,
Colegio de Representantes, 1985

«No reprendan al pupilo precipitadamente ya que esto entorpece su inteligencia y desalienta su animo. Mejor, repréndalo con delicadeza, lo cual le dispondrá más a corregirse y seguir adelante con amor y la esperanza de aprender… Que el maestro diga ‘bien hecho.’ Porque yo les aseguro que no hay tal piedra para afilar una buena inteligencia y promover el amor al aprendizaje como el elogio. En mi opinión, el amor es más apropiado que el miedo, y la bondad es mejor que los golpazos para educar bien a un niño en el aprendizaje.»

Roger Ascham, (Tutor de la Reina Isabel I)
The Schoolmaster, Inglaterra, 1570

«Sólo se usa la vara por malhumor y debilidad, ya que la vara es un castigo servil que degrada al espíritu aun cuando corrige, si es que corrige, ya que la consecuencia normal es la de endurecer.»

San Juan Bautista de La Salle,
Acerca de la Conducta de las Escuelas Cristianas,
Francia, 1570.

«Los niños deben ser guiados hacia prácticas nobles por medio del estímulo y el razonamiento, y desde luego no por medio de golpes y malos tratos.»

Plutarco c. 46-120 A.C. «La educación de los niños,
«Vol. I, Moralia, Grecia Antigua.

«Cuando se golpea a los niños, el dolor y el miedo frecuentemente son los resultados de los que no es agradable hablar y que posteriormente serán una fuente de vergüenza. Vergüenza que turba y deprime la mente y lleva al niño a evitar y a odiar la luz. No me ocuparé más tiempo de este tema. Ya lo conocemos bien.».

Quintiliano c.35-95 A.C.,
Institutos de Oratoria, Roma Antigua..


PREGUNTAS Y RESPUESTAS

P: ¿Qué tienen en común todos los delincuentes

juveniles?
R: Han sido criados por padres que les pegan.

P: ¿Cuál es el elemento común en la niñez de

Hitler, Stalin, Pol Pot, Saddam Hussein?
R: Cado uno, de niño, fue castigado físicamente de
manera severa e implacable.

P: ¿Qué tienen en común todos los prisioneros

bajo pena de muerte?
R: Muchísimas palizas durante su niñez.

P: ¿Qué tienen en común los violadores, los

pirómanos, los terroristas, los verdugos y
asesinos en serie, los asesinos de masas, los
asesinos sexuales, los secuestradores, los
francotiradores, ladrones, acechadores, y los
estafadores?
R: Una niñez violenta

P: Cual es el niño que nunca se unira a un grupo

de delincuentes?
R: Al que se educa con cariño y no se le golpea.

P: Si usted quiere transformar a un cachorro en

perro feroz de ataque, ¿qué hay que hacer?
R: Restringirle el movimiento y golpearlo a menudo.


COMO USTED PUEDE
CONTRIBUIR A UN CAMBIO

Existen muchas personas en su comunidad que nunca han escuchado las ideas expresadas en Hablando francamente sobre el pegarles a los niños. ¿No cree que ya es hora de que las escuchen?

Al compartir y dar copias de esta publicación a amistades, vecinos, parientes, a los padres de los amigos de sus hijos, líderes de su comunidad, líderes religiosos, a los maestros de sus niños, y a sus representantes en el gobierno, usted puede ayudar a sembrar las semillas de una futura generación más humanitaria, menos violenta, más solidaria y más productiva. Creemos que todas los profesionales de la infancia y aquellas personas que ocupan cargos publicos deberian de escuchar este mensaje.

Somos conscientes que algunas personas de su comunidad rechazarán lo aquí expuesto. Algunas personas se negarán a pensar en todo esto y hasta se molestarán porque esta información les hace sentir incómodas. Eso no nos desanima. Ni debería desanimarlo a usted. Hay otros en su comunidad que desean saber por qué los viejos métodos familiares de educar a los niños funcionan tan mal. También en su comunidad hay quienes ya están criando a sus hijos sin violencia y necesitan que se les asegure de que están haciendo lo correcto. Su cometido es el de comunicarse con esas personas y compartir con ellas lo que sabe sobre el tema de la violencia física a los niños. La forma más sencilla de hacerlo es entregandoles una copia de este folleto.

Nosotros tenemos fé de que pronto llegará el día en que el mundo civilizado contemplará con asombro y compasión los tiempos en que la gente creía que era bueno pegarles a los niños.


LECTURAS RECOMENDADAS

Gibson, Ian, El vicio inglés. Barcelona: Planeta, 1980.

Gordon, Thomas y G. Sands, P.E.T. en acción. Mexico City: Editorial Diana, 1977.

Miller, Alice, El saber proscrito. Barcelona: Tusquets, 1990.

TITULOS EN INGLES

Gibson, Ian, The English Vice. London: Duckworth, 1978.

Greven, Philip, Spare the Child: The Religious Roots of Punishment and the Psychological Impact of Physical Abuse. New York: Random House, 1991.

Hyman, I. A., Reading, Writing and the Hickory Stick: The Appalling Story of Physical and Psychological Violence in American Schools. Boston: Lexington Books, 1990.

Johnson, Tom, The Sexual Dangers of Spanking Children. Booklet available from PTAVE. Access later throung Table of Contents or read now.

Miller, Alice, For Your Own Good: Hidden Cruelty in Child Rearing and the Roots of Violence. New York: Farrar, Straus and Giroux, 1983. (PTAVE strongly recommends all of Alice Miller’s works.)

. . ., Thou Shalt Not Be Aware: Society’s Betrayal of the Child. New York: Farrar, Straus and Giroux, 1984.

. . ., Banished Knowledge. New York: Doubleday, 1990.

. . ., Breaking Down the Wall of Silence. New York: Dutton, 1991.

Montagu, Ashley, Man Observed. New York: Tower Publications, 1971. Especially see Chapter Three, «Crime and Society.»

Newell, Peter, Children Are People Too: The Case Against Physical Punishment. London: Bedford Square Press, 1989

Riak, Jordan, How to Prevent Violent Criminal Behavior in the Next Generation. Booklet available from PTAVE. Access later through Table of Contents or read now.

. . .Plain Talk about Spanking. Booklet available from PTAVE. Access later through Table of Contents or read now.

Straus, Murray A., Beating the Devil out of Them: Corporal Punishment in American Families. New York: Free Press, 1994.

Welsh, Ralph S., «Severe Parental Punishment and Delinquency: A Developmental Theory.» Paper presented at the American Psychological Association Convention, New Orleans, 1974. Reprint available from the author: 2591 Main Street, Bridgeport, Connecticut, 06606.

De Zulueta, Felicity, From Pain to Violence: The Traumatic Roots of Destructiveness. Northvale, New Jersey: Jason Aronson, Inc, 1994.