Si un explorador recorriese las calles de nuestra ciudad con la misma vocación interrogadora de aquél otro que encarnó Tato Bores preguntando por la Argentina perdida, si se detuviese ante un kiosco de revistas de esos que en amarillo pueblan las veredas y esquinas, con más densidad en el centro que en la periferia, podría adquirir por poco dinero el libro de un Marqués por menos del que le costaría comprar siete diarios que no fuesen de edición dominical. Si se decidiese a no comprarlos por desdén a los títulos nobiliarios, habría perdido para siempre la posibilidad de acceder a un Tratado célebre para el pensamiento de los delitos y los castigos: De los Delitos y de las Penas de Cesare Beccaria. Un libro nada nuevo con más con 240 años a cuestas desde que se publicara –inicialmente anónimo- en Milán.